domingo, 11 de noviembre de 2012

Dancing with myself


Amo la lluvia. Siempre me causa una fascinación extraña ver las gotas que rebotan en el pavimento. Parecen estrellas que caen al suelo.

Una de las cosas que más me atrae de la lluvia es mojarme. Hoy en día soy muy propensa a enfermarme por lo que me volví amiga inseparable del paraguas. Pero en mi infancia era todo lo contrario: el paraguas era mi enemigo y correr por ahí capturando gotas con mi lengua era mi hobbie. Me encantaba saltar charcos y mojar a la gente y gritarles "Aburridos" a los que me miraban mal. Ser niña ra divertidísimo y mi más valiosa amistad gozó de mil momentos bajo la lluvia.


Otra cosa que me encanta de los charcos (que ocurre con los lagos, mares, océanos y demás, pero que por cuetión geográfica relaciono más con los charcos) es el reflejo. Siento una inquietud eterna con los eespejos, no de forma ególatra porque no me gusta mucho mi reflejo, sino el reflejo del cielo. Los charcos de agua lluvia me permiten ver el cielo más cerca de mí, y pisarlos es casi caminar en las nubes.


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