lunes, 12 de noviembre de 2012

Juegos de niños

Oh la infancia. Mis mejores recuerdos sin lugar a dudas. Entre juegos fue mi primer contacto con el piso, y creo que desde entonces vengo marcada.

Uno de los juegos cruciales para mí, que aún juego y por el cual probablemente siempre miro al piso: no tocar las líneas. Pasa el tiempo pero sigo jugando a eso, como si pisar una línea significara el fin del mundo (o el fin del juego). La cuestión de las líneas puede guardar relación, directa o indirecta, con la golosa (también conocida como rayuela). La golosa la pintábamos con tiza o, en su defecto, con alguna piedra que pintara en el suelo. Jugábamos tanto en el colegio que nos volvimos expertas, y como expertas teníamos necesidad de más, por lo que inventábamos nuevas reglas. La costumbre de las nuevas reglas se me quedó y ahora le invento reglas a todo juego posible, aunque ya no juegue tanto como lo solía hacer. Pero recuerdo muchos otros juegos de los que ya no recuerdo el nombre que se centraban en el piso, siempre allí, tendidos, concentrados y serios dentro de la diversión, porque no hay cosa más seria que un juego de niños. Mis juegos siempre eran las piquis, el trompo, los tazos y todos los juegos que me implicaran estar en el piso, ensuciarme las manos, las rodillas y la cola por mis constantes cambios de posición cuando el suelo empezaba a volverse agresivo. 

Aún salto en la golosa si me cruzo con una en el suelo.

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