En fin, durante el recorrido por la universidad, el papá de mi amiga nos mostró todo lo que él había hecho y construído allí. ¡Y vaya que hizo! El señor, en resumidas cuentas, era un estudiante prodigio, amado y admirado en la universidad, cuyos proyectos fueron tan bien recibidos por la universidad que aún siguen allí, muchos años después de su graduación.
Ya de salida, caminamos por el parqueadero y yo, como siempre mirando el piso, me quedé pensativa ante un rombo de ladrillos, no sólo antiestético sino también poco (nada) funcional, pero para no parecer desadaptada social decidí alzar la mirada hasta que me di cuenta de que el señor se había detenido.
-- ¿Saben qué fue lo único que su madre (hablando de la madre de mi amiga) hizo por la universidad?
Mi amiga y yo quedamos con cara de pregunta.
-- Ese rombo que ven en el suelo. Y ni está bien hecho.
Él soltó una carcajada forzada y siguió caminando, tal vez regañándose mentalmente por haberle hecho todos los trabajos a la mujer mientras ella se volvía una reina de belleza con su gran atractivo físico pero sin una pisca de cerebro ni talento.
Mi amiga y yo nos miramos con tristeza de pensar que esa relación fue (y creo que sigue siendo) unilateral.
Y triste pensar que el paso de ella por la universidad fue tan superficial e inútil como ese rombo de ladrillos en el parqueadero.
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